domingo, 6 de septiembre de 2015

Fruto de la Fraternidad


Ama a tu prójimo como a ti mismo

Es el hijo de Dios, es el verbo encarnado, no es una mención humana derivada de la sociología, de la psicología moderna o de la ciencia, la que al afirmar "Ármense los unos a los otros como yo los he amado" reconoce el poder del amor, sustentado en la pureza de corazón, la honesta respuesta al prójimo, sin máscaras o poses que desvirtúen la realidad, y alimenten el ego; es la divinidad misma del Ser.

Amarse, es darse a sí mismo al otro, sin verdaderamente esperar algo a cambio, es una donación gozosa del ser, es querer hacerlo, es una decisión.

Las decisiones de nuestra vida están tamizadas por nuestras creencias, principios y valores, por nombrar algunos y conocidos modeladores del Ser, que se pueden cambiar conscientemente, y que a veces al dejarlos allí, sin conciencia en ellos, nos podrían hasta desviar del mas noble de nuestros propósitos.

Amarse, como decisión, podría ser sencillo sobre el ser querido, sobre el familiar, sobre el amigo, pero se nos comienza a complicar la vida cuando buscamos coherencia obrando con amor, amando a quien no conocemos bien, a quien desconocemos e incluso a quien no nos procure el bien.

El amor fraterno, que incluye en su ejercicio a seres queridos, amigos, conocidos, desconocidos y todo aquel que sabemos no nos es semejante en creencias, valores o principios, y hasta más allá de nuestras obras, que a veces incluso pareciera va contra nosotros mismos, es luz para el cristiano, es verdad, es camino y es vida.  Es la materialización del amor de Dios en nosotros y de su gracia divina, de la obra de unidad con Dios.

Atravesar esa puerta del amor fraterno se fortalece en entendimiento, experiencia, hermandad sincera y amor desinteresado al cruzar, por ejemplo, por la Alegría del Evangelio, un honesto y sentido encuentro en Cristo de un grupo de laicos de la parroquia San Luis Gonzaga de Chuao, quienes comprometidos con Dios ante todo, se dan a si mismos.

Dios le dijo a Moisés que no vería su rostro, pero puede ser visto, como sabemos, a través de sus efectos en nuestra vida, es así como la Alegría del Evangelio nos ayuda a ver los efectos de Dios y su inmanencia.

Mis hermanos, mis prójimos, existen y son el camino de encuentro con Dios, de unidad con Él, son el anhelo del alma cristiana por enamorarse de Él.

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